18 años de una marcha por la libertad. MMM en Medellín.

La mañana del 3 de mayo comenzó como muchas otras últimamente: con un aguacero que mojó las calles de Medellín y presagió lo de siempre… una marcha pasada por agua. La Marcha Mundial por la Marihuana ya estaba programada, como es tradición, para el primer sábado del mes, y desde las 10:00 a. m. comenzaron a congregarse decenas de personas en la parte oriental de la Avenida La Playa y esa jornada en definitiva nos revelaría una sorpresa inolvidable.

Simultáneamente, en otras 190 ciudades del mundo se llevaban a cabo marchas y plantones a favor de la planta, de su liberación y de la libertad para todas las personas que la usan, ya sea por una dolencia, por placer, por costumbre o como medio de producción.

Durante el último año se realizaron múltiples reuniones de planificación e incluso de clarificación sobre los temas que rodean la marcha: encuentros para pintar trapos, llamados a participar, recordatorios sobre el autocuidado y la importancia de entender que esta manifestación es, al mismo tiempo, una protesta, un carnaval y un acto político cargado de paz.

Al mediodía el clima ya había cambiado. Las nubes no se apartaron del todo, pero el sol se dejó ver y un suave bochorno con olor a marihuana se instaló en medio de la multitud. Los planchones estaban listos, el tradicional carro de Fundaluva encabezaba la marcha, y las chivas rumberas comenzaban a llenarse. Desde una de ellas, contratada por nuestro amigo Abel, pudimos observar por momentos la magnitud del evento.

Porque esta marcha se vive en la calle, paso a paso, recorriendo la misma avenida de siempre —sí—, pero con rostros nuevos y, lo mejor, con la misma gente que año tras año hace sentir que esta familia crece. Nos vamos conociendo, compartiendo lugares y momentos en los que fumamos, dialogamos y construimos.

Al inicio nos encontramos con muchos amigos; más adelante, el gentío (o los efectos del cannabis, quién sabe qué era más potente) dificultaba los encuentros. Sin embargo, los abrazos, las presentaciones y los saludos se fueron dando. Siempre hay alguien nuevo, una marca emergente, un proyecto que se abre paso entre el calor cannábico. Allí estaban The Dab Factory, Mojarra, Biofa.64, Canarriero, la Fundación María Dolores y su combo. También vimos a la gente de Medellín Seeds, orgullosos con sus camisetas negras de emblema blanco, regalando semillas de su banco. Más adelante, El Caravana, Máscara y Cejas Blunt compartieron un porro. Recibimos con alegría los abrazos de Juan Pescador, Bhuta, Will Bernal y Karla Martínez, quien iba acompañada de Angie y Juan de La Guía 420.

En ese primer recorrido, de arriba a abajo, nos acompañó La Hechicera Mágica. Con ella coincidimos con más miembros de la familia cannábica de Medellín: Santi de Nageia Dispensario, Capuleto, y los chicos de Salpicón con Todo. Pero la gran sorpresa llegó cuando menos lo esperábamos…

Allí, entre la multitud, estaba Elkin. El Rasta Jardinero.

No fue difícil reconocerlo. Verlo allí, sonriente, con sus característicos dreadlocks, parecía un sueño, una visión. Pero bastó acercarnos y recibir su abrazo para confirmar que era real: Elkin había regresado a la libertad, luego de un oscuro periodo tras las rejas, precisamente por trabajar con la planta que tanto amamos.

Mirarlo a los ojos en medio de su gente, sonriendo, compartiendo ese momento, fue profundamente simbólico. Fue reencontrarnos con el verdadero sentido de esta marcha: libertad, justicia, resistencia. Ver a Elkin libre fue un recordatorio de por qué seguimos aquí, de por qué marchamos. Fue volver a abrazar la esperanza.

El sol nos acompañó el resto de la tarde. La marcha, rebosante de música y energía, bajó por la avenida La Playa hasta llegar al Parque de las Luces, frente al Centro Administrativo La Alpujarra. De tanto en tanto aparecía Don Marcha (David Ponce), megáfono en mano, dando instrucciones claras sobre el comportamiento durante la manifestación —para marihuaneros y no marihuaneros—, insistiendo siempre en el autocuidado y en hacer de esta, una marcha pacífica.

Mientras tanto, en la chiva la fiesta era a otro ritmo. La música electrónica elevaba las vibras, animadas por los buenos humos, la cerveza y las mejores compañías. Allí nos encontramos nuevamente con Manuela Montenegro, quien, bien acompañada, compartió con la multitud varios productos de sus emprendimientos, como Mindkey y su nuevo blog sobre viajes y ríos.

La tarde fue cayendo, y con ella, concluyó otra edición de la Marcha Mundial por la Marihuana en Medellín. El Parque de las Luces quedó repleto. Artistas como Violenn, La Cosa Mostra, MHaze y otros más pusieron a vibrar al público con su rap paisa, la electrónica estuvo a cargo de diversos Dj’s, entre ellos Kamelot, que siempre ha llenado la marcha de buena música. Se celebraron 18 años de un propósito sembrado por Olmes Ortiz, que hoy se ha transformado en símbolo de unión y resistencia. Marchamos por una planta que pertenece más a la huerta, al disfrute de sabores, a la medicina tradicional, que a la narrativa de “drogas y excesos” con la que nos han intentado convencer.

La relación de la humanidad con el cannabis es ancestral —más de 5.000 años de historia—. La prohibición, en cambio, apenas tiene medio siglo, plagado de políticas absurdas e injusticias.

Este 3 de mayo firmamos otro capítulo histórico del movimiento cannábico en Colombia. Y fuimos testigos presenciales de cómo se escribió. El futuro del cannabis en nuestro país, después de todo, pinta más promisorio de lo que imaginábamos.

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